jueves, agosto 13, 2009

UN ÁRBOL CRECE EN BROOKLYN de Betty Smith


Corren los años veinte del siglo pasado y descubrimos a la pequeña Francie Nolan leyendo sentada en la escalera antiincendios de su casa, a la sombra de un árbol que solo crece en los barrios más pobres de las grandes ciudades. Poco a poco, la mirada se aleja de la chiquilla para abarcar a la estrafalaria familia Nolan, que malvive en un barrio de Brooklyn. Conoceremos así a sus padres, a su hermano y a la entrañable tía Sissy, que usa a los hombres para aplacar sus instintos maternales. Francie crece rodeada de los libros que tanto le gustan y pronto empieza a preguntar y a pedirle a la vida algo más que un triste acomodo en la mediocridad.

Si tuviera que dar una razón principal para recomendar este libro sería que la mayoría nos sentiríamos reflejados en Francie Nolan, al menos todos los que somos lectores desde niños. Quien no recuerda con placer el esperado momento en que nos abstraíamos del mundo con nuestro libro en el regazo. Y para algunos eso nos bastaba para ser feliz. Primero conocemos a Francie y después la autora se va deteniendo en cada habitante de esta barriada de Brooklyn, siempre bajo la curiosa mirada de la niña. Son muchos personajes inolvidables los que pueblan las páginas de este libro, y te identificas con ellos y vives sus alegrías y penas. Uno de los que más me sedujo fue la espléndida tía Sissy, yo hubiera querido tener una tía como ella. También la madre, siempre limpiando escaleras, luchando por sacar adelante a sus hijos.
Un libro en que cada detalle de lo cotidiano es retratado hermosamente. Y donde la autora nos envuelve sin remedio, es esta historia de una niña que se convierte en adulta, sin perder lo maravilloso de su niñez. Cuando le preguntaron a Betty Sith sobre si este libro era una biografía, ella respondió que lo que aquí contaba, era la vida que debió llevar. Espero que rescaten la figura de esta escritora y reediten más libros suyos.
***

"No, Katie nunca era ridícula. Siempre movía sus bien formadas aunque maltrechas manos con seguridad, ya fuera para colocar en una vaso de agua una flor tras quebrar el tallo con un certero movimiento, o para escurrir un trapo de una sola retorcida, la mano derecha para un lado, la izquierda para el otro simultáneamente. Cuando hablaba decía la verdad directa y sin rodeos. Y sus pensamientos transitaban por una senda recta, inflexible."

"Francie fue a apoyarse contra la ventana, desde allí podía ver el East River veinte pisos más abajo. Los últimos momentos siempre tienen la aspereza de la muerte. Esto que veo ahora-pensó-no lo veré más así. ¡Oh! Con que claridad se ven las cosas por última vez, como si las iluminara una luz resplandeciente. Y luego se aflige porque no supo apreciarlas cuando las veía todos los días."

"Por fin llegó. Era el momento codiciado durante toda la semana, la hora de la escalera de incendios, su refugio; se instaló con una manta y una almohada que sujetó contra los barrotes. Afortunadamente encontró hielo en la nevera; rompió un pedazo y lo puso en un vaso de agua. Echó los caramelos comprados aquella mañana en un bol rajado, de un bonito color azul. Colocó el bol, el vaso de agua y el libro en el antepcho de la ventana y trepó por la escalera. Estar ahí fuera era como vivir en un árbol; nadie de arriba ni de abajo, ni de enfrente podía verla, en cambio ella lo veía todos a través de las hojas."

2 comentarios:

Pilu dijo...

Muy buen libro

Isi dijo...

Me encantó este libro; entrañable, a pesar de que no sucede nada cocreto, simplemente acompañamos a Francie durante su niñez y paso a la vida adulta.