jueves, agosto 13, 2009

Napoleón en Chamartín, Benito Pérez Galdós


En NAPOLEÓN EN CHAMARTÍN, de nuevo es Madrid escenario de las aventuras de Gabriel de Araceli. Su asendereada existencia y su amor por Inés lo llevan a la capital de España, a la que se aproximan los ejércitos franceses. Asiste -y con él los lectores, gracias a la viveza descriptiva del novelista- a la entrada del Emperador en la Villa y Corte. Sin embargo, por encima del hecho histórico predomina en este episodio un escenario de tipos y aspectos de la realidad cotidiana madrileña -artesanos, frailes, hombres públicos-, de cuya pintura es Galdós el gran maestro.

En esta quinta entrega de los EE NN se sigue complicando la trama de Gabriel e Inés, con hechos inesperados, sobre todo por Amaranta, la eterna arpía, sigue enredando la madeja (después de pensar que no se superaría a sí misma). Si Bailén es un episodio eminentemente épico, Napoleón en Chamartín es más bien folletinesco. Después está esa magnífica descripción del sentimiento del pueblo, el odio a los afrancesados, la figura de Napoleón (la impresionante escena de su entrada)... Se hace indispensable continuar directamente con Zaragoza, tras el final.

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"Los paisanos armados eran ciertamente muchos; pero había muy pocos fusiles, y de estos la mitad eran inútiles por falta de cartuchos; y, ¿con qué se hacían los cartuchos si no había pólvora? A esto habíamos llegado cuatro meses después de la victoria de Bailén. Todo al revés. Ayer barriendo a los franceses, y hoy dejándonos barrer; ayer poderosos y temibles, hoy impotentes y desbandados. Contrastes y antítesis y viceversas, propias de la tierra, como el paño pardo, los garbanzos, el buen vino y el buen humor. ¡Oh España, cómo se te reconoce en cualquier parte de tu historia adonde se fije la vista! Y no hay disimulo que te encubra, ni máscara que te oculte, ni afeite que te desfigure, porque a donde quiera que aparezcas, allí se te conoce desde cien leguas con tu media cara de fiesta, y la otra media de miseria, con la una mano empuñando laureles, y con la otra rascándote tu lepra."

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