viernes, julio 10, 2009

Aquellos años inolvidables


Todos los que somos lectores recordamos con nostalgia nuestras primeras lecturas. Después de todo tuve una infancia feliz plagada de libros, y todo pintaba a que no sería así, porque en mi familia no hay lectores. Pero mi madre me regalaba muchos libros. Recuerdo a ese niño incomprendido que se pasaba horas envuelto en libros de aventuras, y sonrío. Fueron muchos libros pero el caso es que no me acuerdo exactamente cuál fue mi primer libro. Admiro a la gente que tiene una memoria prodigiosa para acordarse de cuál fue el primer libro que le regalaron y leyo. Si llego a tener hijos, me encargaré de que recuerden sus lecturas. Pienso que es algo bonito. De mis primeras lecturas lo que recuerdo son los libros del Barco de Vapor de la serie naranja, tenían unas portadas fascinantes (me gustaba especialmente El tío Willybord), así que supongo que ahí se encontraría el primero de todos. Luego llegaron muchos clásicos de aventuras, me bebía los libros de Verne, aunque también hay que tener en cuenta que leía adaptaciones juveniles. Las obras de Jules Verne son bastante complejas y extensas. Y más tarde mi primer Dickens , Oliver Twist, también una bonita edición infantil. En ese sentido fui precoz, porque me adelanté a muchos autores que a lo mejor hubiera digerido mejor más tarde, mientras que leí Momo a los 20 años por poner un ejemplo (hubiera sido genial leerlo de pequeño y luego en la edad adulta).
Os dejo un fragmento de uno de los mejores libros de aventuras de la literatura universal: La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. Nunca había leído nada sobre piratas y sobre la mar, y cuando lo leí por primera vez me impactó, de alguna forma creo que fue Jim. Si no lo habéis leído, os recomiendo que no lo dejéis pasar. La razón la vais a encontrar cuando os alisteis en ese barco.

" Y a la tercera repetición del coro, empujó las barras del cabrestante al frente de ellos con gran brío. Más aun en aquel momento de excitación, ese canto lúgubre me trasladaba con la imaginación, en un segundo, a mi vieja posada del Almirante Benbow, en la cual oía de nuevo la voz de aquel capitán sobresaliendo sobre el coro entero. Pero muy pronto el ancla estaba ya fuera y se la dejaba colgar, escurriendo junto a la proa. Pronto se izaron también las velas, que comenzaron a hincharse suavemente con la brisa, y las costas y los buques empezaron a desfilar ante mis ojos de uno y otro lado, de tal manera que, antes de que hubiera ido a buscar en el sueño una hora de descanso, ya La Española había zarpado gentilmente, empezando su viaje hacia la isla del Tesoro. "

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uf, qué entrada tan conmovedora. Es preciosa. Todavía no lo he leído. Creo que yo lo hice todo al revés. Empecé por Antonio Machado a los ocho, Boris Vian a los catorce. En fin, y ahora tengo que hacer una regresión literaria impresionante.

Me ha encantado tu entrada. Tengo ganas de leerlo. Muchos abrazos.