miércoles, noviembre 07, 2007

EL AMIGO MANSO de Benito Pérez Galdós

El personaje central de EL AMIGO MANSO es una más de esas figuras imborrables del universo creado por Benito Pérez Galdós (1843-1920) en su gran ciclo de novelas españolas contemporáneas. Asturiano avecindado en Madrid, catedrático de Filosofía de filiación krausista y devoto expositor de la estética hegeliana, Máximo Manso es la encarnación de la postura contemplativa ante la vida y un ejemplo de rectitud, tolerancia, comprensión y suave escepticismo. En la existencia de este profesor solitario, célibe y misógino, sin embargo, terminan por irrumpir con vigor las fuerzas del mundo exterior que una decisión abstracta había tratado inútilmente de contener o suprimir.
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"Yo no existo... Y por si algún desconfiado o terco o maliciosillo no creyese lo que tan llanamente digo, o exigiese algo de juramento para creerlo, juro y perjuro que no existo; y al mismo tiempo protesto contra toda inclinación o tendencia a suponerme investido de los inequívocos atributos de la existencia real. Declaro que ni siquiera soy el retrato de alguien, y prometo que si alguno de estos profundizadores del día se mete a buscar semejanzas entre mi yo sin carne ni hueso y cualquier individuo susceptible de ser sometido a un ensayo de vivisección, he de salir a la defensa de mis fueros de mito, probando con testigos, traídos de donde me convenga, que no soy, ni he sido, ni seré nunca nadie."
"Fúnebre y pesado velo, ¿quién te echó sobre mí? ¿Por qué os elevasteis lentos y pavorosos sobre mi alma, pensamientos de muerte, como vapores que suben de la superficie de un lago caldeado? Y vosotras, horas de la noche, ¿qué agravio recibisteis de mí para que me martirizarais una tras otra, implacables, pinchándome el cerebro con vuestro compás de agudos minutos? Y tú, sueño, ¿por qué me mirabas con dorados ojos de búho haciendo cosquillas en los míos, y sin querer apagar con tu bendito soplo la antorcha que ardía en mi mente? Pero a nadie debo increpar como a vosotros, argumentos tenues de un raciocinio quisquilloso y sofístico..."
"De varios vocablos sueltos y de frasecillas volantes colegimos que el señor del Bardal se guarecía bajo el manto de la religión, que bogaba en el mar de la vida, que su alma rasgaba pujante el velo del misterio, y que el muy pillín iba a romper la cadena que le ataba a la humana impureza. También oímos mucho de faros de esperanza, de puertos de refugio, de vientos bramadores y del golfo de la duda, lo que no significaba que Bardal se hubiera metido a patrón de lanchas, sino que le daba por ahí, por embarcarse en la nave de su inspiración sin rumbo, y todo era naufragios retóricos y chubascos rimados."
"Propio de la omnipotente sabiduría es saber contentar a todos."

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