sábado, agosto 11, 2007

LA TÍA TULA de Miguel de Unamuno





Publicada en 1921, en un periodo de intensa actividad creativa, LA TÍA TULA debe su riqueza e intensidad -como observa José-Carlos Mainer en el prólogo a esta edición- a las contradicciones o a la superposición de los materiales germinativos originarios. A la historia de la mujer que renuncia a una vida propia para hacer el papel de madre de los hijos de su hermana se añaden elementos recurrentes en la obra de Miguel de Unamuno (1864-1936): la pelea por la fe religiosa, el dilema entre el mérito y el reconocimiento exterior o el histrionismo, la sinceridad de la vida moral y la conciencia del dolor.


Esta es la segunda novela que leo de Unamuno y la segunda que me encanta, este escritor ha escalado puestos entre mis favoritos y volveré a sus obras. Este autor tiene un estilo especial que te introduce en la historia (encontré ese mismo estilo poético y tan fluido que vi en Niebla, aunque menos presente en esta novela). Este libro de apenas 130 páginas es una pequeña joya que se disfruta página a página. Como anuncia el título, la novela se centra en el personaje de la tía Tula, un personaje maravilloso, el alma del libro. Todo se mueve en torno a Tula. Una mujer fuerte, de gran convicción moral, firme en sus principios, siempre altruista y noble que a pesar de la increíble dureza saca adelante a toda su familia. Posiblemente este sea mi personaje favorito de las dos historias que he leído de este autor. El libro es un canto al amor, a las relaciones humanas, al amor altruista en la familia.
Muy recomendable.


***

" Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las escamas de la vista y, purificada ésta, vio claro con el corazón. Rosa no era una hermosura cual él se había creído y antojado, sino una figura vulgar, pero con todo el más dulce encanto de la vulgaridad recogida y mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano, y no un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada, que sembraba paz, su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas. ¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como botín besos largos y apretados, boca a boca; aquel cogerle la cara con ambas manos y estarse en silencio mirándole al alma por los ojos y, sobre todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho de ella, ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le decía: ¡Calla, déjale que hable!. "


“Si veis que el que queréis se ha caído en una laguna de fango y aunque sea en un pozo negro, en un albañal, echaos a salvarle, aun a riesgo de ahogaros, que no se ahogue él ahí…o ahogaos juntos…en el albañal;servidle de remedio,¿Qué morís entre légamo y porquerías?, no importa. Y no podréis ir a salvar al compañero volando sobre el ras del albañal porque no tenemos alas, no , no tenemos alas… o son alas de gallina, de no volar, y hasta las alas se mancharían en el fango que salpica el que se ahoga en él. No tengáis miedo a la podredumbre.”

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