domingo, agosto 12, 2007

GERONA de Benito Pérez Galdós


En GERONA, si bien la peripecia de Gabriel de Araceli prosigue en la medida indispensable para tender un puente narrativo entre el episodio anterior, Zaragoza , y el siguiente, Cádiz, el grueso del relato aborda otra gesta de sufrimiento y heroísmo, perfectamente entreverada con un argumento en el que no faltan el amor, el odio, la nota costumbrista o cómica, sobre el fondo de la colectiva resistencia gerundense frente al asedio de las tropas francesas.


Terminado el séptimo episodio de esta primera serie, aun no tengo claro cual sería el mejor hasta ahora, pero si he de decir cuales son los mejores Gerona desde luego estaría ahí junto con Zaragoza y El 19 de marzo y el 2 de mayo. En estos últimos episodios ya vemos más las consecuencias en la población debidas a la convulsa Guerra de la Indepencia y la resistencia a los franceses, vivimos más a fondo la lucha diaria del pueblo y el desgaste y la miseria. Es en este último, Gerona, es donde se explora más a fondo el devastador daño al pueblo que resiste, la desolación y locura por la supervivencia. Y es que en este episodio se explora a fondo la condición humana en situaciones muy dramáticas y extremas, los capítulos se suceden con muchas reflexiones.
Conocemos a Andrés Marijuan a fondo, personaje que ya habíamos conocido en Bailén, sus actos hablan mucho del amor altruista y el heroísmo. Luego está la fantástica forma en que Galdós recrea la figura histórica del general Mariano Álvarez de Castro, su valor y fortaleza y el aliento de su ejército siempre. Pero el personaje más destacable para mí es don Pablo Nomdedeu, en mi opinión es el alma del libro, sólo por conocer a este personaje y su historia, ya habrá merecido la pena la lectura de este episodio. Hermoso el amor que profesa a su hija.
El final en la línea de don Benito, sorprendente, dejándote con ganas de continuar. Pronto leeré Cádiz.


***
“Reposemos no hay sol ni luna en el cielo y sólo el lucero nos envía una luz que viene recta hacia nosotros como un hilo de plata.”


“¡Oh, qué trance tan amargo, y qué horrenda hora! Eso de que a sangre fría le quiten a uno la preciosa existencia, lejos de la patria, ausente de las personas queridas, sin ojos que le lloren, en soledad espantosa y entre gente que no ve en ello más que la víctima inmolada a los intereses militares, es de lo más abrumador que puede ofrecerse a la contemplación del espíritu humano. Yo miraba aquel cielo, y no era como el cielo de España; yo miraba a aquella gente, oía su lengua extraña modulando en conjunto voces incomprensibles, y no era aquella gente tampoco como la gente de España.”

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